En el ámbito de la oncología, el diagnóstico precoz es clave, pero igual de importante es el seguimiento posterior a lo largo del tratamiento y después del mismo. En este contexto, la radiología juega un papel esencial. Gracias a las técnicas de imagen médica, los especialistas pueden evaluar la evolución del cáncer, comprobar la eficacia de los tratamientos y detectar posibles recaídas de forma temprana.
Tras un diagnóstico de cáncer, el paciente inicia un recorrido médico que incluye distintos tratamientos como cirugía, quimioterapia, radioterapia o terapias dirigidas. Pero incluso una vez finalizados estos tratamientos, la vigilancia médica debe continuar. El seguimiento radiológico permite:
Evaluar la respuesta al tratamiento: mediante pruebas como la Tomografía por Emisión de Positrones (PET-TAC) o la Resonancia Magnética (RM), se puede ver si el tumor ha respondido, si se ha reducido, estabilizado o, por el contrario, si sigue progresando.
Detectar recurrencias o metástasis: muchas veces el cáncer puede reaparecer en el mismo sitio o en otra parte del cuerpo. Las pruebas de imagen son esenciales para detectarlo precozmente.
Prevenir complicaciones: algunas terapias pueden provocar efectos secundarios a medio o largo plazo. El seguimiento mediante imagen permite controlar órganos clave y actuar a tiempo ante posibles daños.
Dependiendo del tipo de cáncer y de la fase en la que se encuentre el paciente, los especialistas indicarán una u otra técnica. Entre las más comunes:
PET-TAC: combina la información metabólica con la anatómica, siendo una de las pruebas más completas para valorar actividad tumoral.
Resonancia Magnética (RM): especialmente útil en tumores del sistema nervioso, órganos pélvicos o músculo-esqueléticos. Proporciona gran detalle sin irradiación.
TAC (Tomografía Axial Computarizada): útil para evaluar estructuras torácicas, abdominales o cerebrales. Muy usada en el control evolutivo de muchos tipos de cáncer.
Radiografías: en algunos casos, siguen siendo útiles como primera aproximación para ver cambios óseos, pulmonares o vertebrales.
Ecografías: en oncología ginecológica, urológica o hepática, puede ayudar a valorar lesiones o cambios en órganos blandos.
No hay una frecuencia estándar para todos los pacientes. El calendario de revisiones radiológicas dependerá de múltiples factores:
Tipo de cáncer.
Estadío en el momento del diagnóstico.
Tratamientos recibidos.
Evolución clínica del paciente.
Protocolos médicos del centro sanitario.
En algunos casos, las pruebas se realizan cada 3-6 meses durante los primeros años, y después se van espaciando si no hay signos de recaída. En otros, pueden mantenerse cada año de forma indefinida.
El seguimiento de un paciente oncológico no se limita a las imágenes. La interpretación de los resultados debe hacerse siempre en un contexto clínico, coordinando oncólogos, radiólogos, médicos nucleares, cirujanos y especialistas de cada área.
En este sentido, contar con centros especializados en radiodiagnóstico y medicina nuclear que trabajen codo con codo con los equipos oncológicos es fundamental para ofrecer una atención integral y segura.
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